Ojalá el amor fuese más como en las películas y menos como
en la vida real. Ojalá fuese como antes, cuando las personas buscaban conocer
el alma y no el cuerpo. El cuerpo se deteriora, el alma jamás. Uno crece, come, deja de comer, cumple años, acumula décadas, arrastra tristezas, se
enferma, sana y vuelve a enfermarse, a la piel se le hacen grietas y, algunos
pocos también nos hacemos dibujos. Todos somos iguales por fuera, dos piernas,
dos brazos, un par de ojos, un corazón. Pero el
alma, el alma no. No hay ninguno igual a otro. Cada uno elige como nutrirlo, de
que personas rodearse, que libros leer, que películas ver, que lugares visitar.
Eso cambia el color, la forma y el tamaño del alma. Nadie es mejor o peor que
otro, pero si, somos inevitablemente distintos. Y en la diversidad está la
belleza, y la belleza también está en descubrir cada día una faceta nueva de la
misma persona, familiar, amigo y, principalmente, pareja.
Eso es lo que la sociedad necia de hoy no quiere entender. Que
por fuera, podemos ser un poco distintos, pero al fin y al cabo, todos somos
iguales. No importa cuantos cuerpos rodees con tus brazos, esos cuerpos tienen
sentimientos, lloran, ríen, sufren, disfrutan, piensan y, por sobre todas las
cosas, tienen un alma.
A la sociedad de hoy
se le termina el interés cuando se atraviesa la etapa de lo carnal. Una vez que
conocen de todas las formas posibles un cuerpo, lo desechan, ignoran, quieren uno nuevo. Comienza la cacería nuevamente. Y
es obvio que, en algún momento tiene que terminar, porque de esta manera, no
hay persona que encuentre saciedad, y hablo en general, hombres y mujeres.
Cambiamos, mutamos, con la tecnología y el avance tenemos
más salud, aumentó la calidad de vida de las personas, la mayoría tenemos libre
albedrío (digo la mayoría porque obvio que no todo es color rosa en el planeta
tierra) y aún así, no somos capaces de entender que la mayor felicidad la
encontramos en el compartir con otro ser humano. Vivimos el momento de lo
express, está de moda el ahora, el no mirar al futuro, el carpe diem, pero ¿a
costa de qué? No critico la filosofía de vida de muchos, porque también la
practico en ciertos momentos, pero estamos abusando de lo que se nos da.
No miramos a un costado, no observamos a la persona que se
nos para al costado en un bar, en el transporte público, en el puesto de
revistas, en la calle caminando en el mismo o distinto sentido, solo
visualizamos el todo. Si una persona no se viste como nos gusta, comentamos si
vamos con un amigo. Si tiene un raro corte de pelo, nos reímos por lo bajo. Si tiene
puestos los auriculares y va cantando, lo tildamos de loco, porque obvio, no es
lo que estamos acostumbrados a ver. Y cuando se trata de una persona que nos
atrae, no pensamos en que hace cuando llega a su casa, cuáles son sus pasiones,
porque lloró cuando era niño y en que o en quien piensa cuando llueve. Lamento
decirlo, pero vemos a las personas como simples objetos que se van moviendo por
nuestras vidas. Nos identificamos entre nosotros como fichas en un tablero de
ajedrez. Todos jugamos a lo mismo pero, ¿qué pasaría si a alguien, algún día, se
le ocurre patear el tablero?
1 comentario:
Comparto todo!!!
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