Cuando
nos ponemos a pensar que será de nosotros pronto, o en un futuro, creo que no
debo ser la única persona a la que se le llena de preguntas el tintero. La
mayoría de ellas carecen por completo de
respuestas. Al suceder, siento que mi vida transita en el más absurdo
sinsentido y me hace dudar de todo lo que pienso, siento y soy.
Hay
veces en las que me pongo a prueba, me cuestiono que tan valiente puedo llegar
a ser si sucede tal o cual cosa, o si decido cambiar por completo mi meta.
Cuando
era pequeña, me dijeron que no siempre hay que darle todo a lo que pide la
caprichosa voz del corazón, por eso mismo, porque es un maldito capricho. Pero, ¿cuán lejos estamos de convertir el
capricho en una forma de vida? ¿Cuánto tiempo me llevaría? ¿Y si no me alcanza la vida para vivirla de la manera que quiero?
A
la mayoría nos cuesta entender que es solo eso, que es solamente vida, que nada traemos y que nada nos llevamos al
irnos, pero que pareciera, vivimos tratando de cambiar una realidad que no
puede ser cambiada bajo ningún punto.
¿Qué
cantidad de derrotas me llevará tener que asimilar que nada puede construirse
sin nada que contenga una mínima pizca de amor? Y, ¿si mi sol un día dejara de
brillar sin que yo haya podido entenderlo? Sin que haya podido encontrar mi
verdadera meta, mi propósito por el cual pueda despertar en las mañanas sin
pesadumbre, y por el cual no irme a dormir sin haber trabajado aunque sea un
minuto para lograrlo.
La
desesperación por no encontrar el propósito de hacer lo que hoy me mantiene
viva, no es quizás lo que más me encierra, sino lo que más me aterra, porque
prisionera no soy, pero vivo aterrada sin dudas.
Y
cuando las puertas de la vida se cierren para mí, quisiera poder tener la certeza
de que no voy a arrepentirme sobre los momentos que no viví y los sueños que no
hice realidad, y quiero comenzar a vivir
ese camino ahora. No le daré un día más al viaje para que pase sin que yo
haya aprendido algo, ni que haya continuado mi búsqueda de las respuestas y del
propósito. Aprovecharé cada segundo al máximo, pretendiendo que es el último,
y, por supuesto, para que mis últimas palabras sean inolvidables y dignas de
ser escritas en algún lugar importante.
- MG -
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