Distanciamientos,
olvidos, rencores. Tanta soledad dispersa por la sociedad cuando lo único que
necesitamos para vivir, es el cariño de otro ser humano; y desvivimos cuando no
lo tenemos y de verdad lo necesitamos. Corretear por callejones luminosos del
corazón, ir siguiendo señales para encontrar la puerta abierta a el alma, a ese alma. Algún alma espiritista que busque lo mismo
que uno busca y desea encontrar. Cuesta más hallarlo que olvidarlo, y cuesta
más entenderlo que juzgarlo. Ambigüedades que, como seres, estamos “dispuestos”
a asumir.
Nadie
sabe con certeza cuánto cuesta encontrar esa esencia, ese arte del corazón, esa
apertura para uno y para el mundo. Pero ese es el secreto que nos hace llenar
nuestros ojos de lágrimas, y lucirlos brillantes de la emoción.