Extraño
esos días en los que las sensaciones encontradas no hacían estragos, sino
diversión. Jugaban con mis pensamientos y a mí me resultaba gracioso,
terriblemente gracioso. Ahora me preocupa, pienso demasiado y eso es lo que me
aterra, comerme el cerebro como si fuera gelatina e intentar embriagar la
situación con un poco de corazonadas. Terminemos aquí mente loca, me tienes
patas arriba. Y es que sí, mis cuadernos de historias están cada día más
desordenados, y mi habitación cada vez más estructurada (todo en ese lugar, y
acomoda un poco las prendas de ropa, pero solo un poco nada más, se notará la
presencia de mi brote psicótico sobre el extremo orden). Pensé, pensé, pensé y
seguí pensando, casi llego al extremo desacuerdo con mis pestañas, estaban
histéricas, casi tanto como yo.
Me
molesta infinitamente que me afecte la presencia de ciertos cuerpos con vida
rondando por los lugares que habito. ¿Por qué, si antes no me molestaba? He
cambiado, ¿He cambiado? Que analista estoy hoy, hoy por semana. Creería que así
ha sido, y tendría que aceptar que no tiene otra forma de ser. Tengo una
extraña forma de expresarme, muchos lo dicen. O me sobresalto demasiado, o me
tranquilizo (decía que). Es como un juego, muñecas, para mi pesar y recordar.
Despeinadas algunas cuantas. Me miran y giran entorno a los ojos que las
persiguen incansablemente. Me reprenden por preguntar lo que no estoy enterada.
Y me comprenden con cosas raramente incomprensibles.
Cambio
repentinamente, y se asustan. Otros, me entienden. Casi casi termino. ¡Ajá! Con
eso te quería agarrar. ¿Tratando de entender? Claro, ahora me dices que no
entiendes. Muy bien, no te lo voy a explicar. Pero voy a crear una nueva forma,
un nuevo molde donde el aire rasguñará las paredes queriéndose escapar. Con esa
cara de tristón y esa lluvia de primavera intentando parecerse a una de
invierno. Todos aparentan, todos engañan, pocos canibalizan
sentimientos y los insignificantes, hablan.